miércoles, 22 de octubre de 2008

JAZZTEL

Euralia, me manda esta queja, que creo es muy compartida por todos Nací en México, y nací mujer, y como buena mexicana, me crié en la falta total de asertividad tan aprobada socialmente en mi país (las niñas buenas siempre calladitas). Me vine a España hace 10 años, pensé que los españoles eran unos groseros sin educación, unos gritones, unos desconsiderados. Me aterrorizaba ser atendida por un funcionario malhumorado, hacer una cola en cualquier sitio en donde si alguien osaba colarse enseguida empezaban las protestas (y peor cuando se me habían colado precisamente a mí: me llovían los reproches), ser abordado por cualquier pedigüeño en la calle so pena de dejarme los cuartos en donaciones altruistas por vergüenza a decir que no. Bien, ha llovido desde entonces y sé que aquí hay de todo, como en botica. Gritones, dulces, groseros y exquisitos; vamos, como en México. Los españoles son, en general, menos propensos a las fórmulas sociales del "no se moleste, después de usted, faltaba más, lo que usted diga", pero bueno, supongo que es cuestión de carácter. Yo me he ido adaptando como he podido. Primero les he dejado de tener miedo; luego, tímidamente, he empezado a soltar algún "no" aislado en situaciones no muy comprometedoras; al final ya he sido igual de brusca que ellos (sin llegar a la grosería, siempre desde la educación) y no he dudado en reclamar mis derechos si estos han sido pisoteados. Pero, ¡ay, amigo!, los televendedores han sido siempre mi debilidad. No sé, me los imagino detrás de la línea los pobres, haciendo la vigésima llamada fallida de la mañana, que cuando he tenido tiempo los he dejado largar toda su cantinela para que se sintieran felices aunque luego no les comprara nada. Vamos, que me ponía en su lugar. Jazztel ha venido a darle la vuelta a este idilio telefónico. De entrada, tengo que decir que empezaron con muy mal pie conmigo: cometieron ni más ni menos que fraude, al darme de alta sin haber firmado ningún contrato. Simplemente un día me dejo de funcionar el internet, llamé a Telefónica para quejarme... y me dijeron que era normal que no funcionara, porque a partir de ese momento era cliente de Jazztel . Después de consultarlo con la almohada, y de ver que me iba a salir contraproducente emprender acciones legales contra ellos (tardaría mucho tiempo y además tendría que pagar la reconexión a telefónica, 80 euros de nada) me quedé con ellos. No conformes con esto, me llamaban semana sí semana no para ofrecerme sus servicios... porque claro, como NO HABIAMOS FIRMADO CONTRATO, el resto de sus comerciales (que ésa es otra, hay comerciales que van por libre, no está controlado en absoluto) no se había enterado que ya estaba dada de alta en la compañía... en fin. Me mudé a otra ciudad y me puse ONO. Pues desde la misma semana de la instalación, empezaron a llamar los de Jazztel para ofrecernos sus servicios. Yo intenté ser educada, escucharlos, contarles mi situación... y para mi sorpresa después de 10 minutos de consulta en 2 ocasiones, me colgaron el teléfono tal cual (ahora sé que es porque se dieron cuenta que, al ser de ONO, no puedo ser cliente suyo, sólo tienen acuerdo con Telefónica... lo malo es que no se fijan ANTES de marcar mi número). Pues se acabó. A partir de ahí, cada vez que llamaban, en cuanto me decían que eran de Jazztel, les decía "pues muchas gracias, pero ya me han llamado muchas veces y les he dicho que no me interesa, por favor sáquenme de su base de datos". Y colgaba. Y me quedaba más ancha que larga. Mi marido alucinaba (sabe lo que me cuesta a mí ser tan directa). Llaman (porque todavía lo hacen) dos veces por semana. Siempre a la hora de la comida... Últimamente ya los cojo de sorpresa. En cuanto dicen, "buenas tardes, puedo hablar con Fulanita?" yo pregunto, "¿es usted de Jazztel?" Y en cuanto dicen sí, los corto diciendo "pues no quiero hablar con ustedes" y cuelgo. Encima es que las (los) teleoperadores siempre son argentinos, con lo que es más fácil identificarlos (salvo el día que casi le cuelgo el teléfono a Ana, mi amiga argentina ). Conforme han ido pasando los meses, me siento más segura de mí misma. No me cuesta decir no. Ni a los de jazztel... ni a mi suegra, ni a las madres de los compañeros de mi hija, ni a los del super, ni a la del pan. ¡Soy libre! y TODO GRACIAS A JAZZTEL (dos veces por semana es una práctica fenomenal, créanme... ahora hasta me da gusto ir a contestar). Eso sí, empiezo a aburrirme. Uno de estos días contestaré a la pregunta "¿puedo hablar con Fulanita" con cualquiera de las siguientes respuestas: -Demasiado tarde, la enterramos ayer. - Pues eso quisiera yo también, que se fue de casa a por tabaco y no volvió - No me hable de esa furcia - Hablar puede hablar, pero no le va a oir porque es sorda - Está haciendo meditación - Soy yo, pero no estoy Y la mejor, la que se reserva mi marido para contestar él: -Sí, dígame, soy yo (con su mejor voz de barítono). En fin, que no hay mal que por bien no venga. ¡¡¡¡Viva Jazztel!!!!

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